martes, 7 de mayo de 2013

La rendición de cuentas desde los medios



A Guillermo Rothschuch Villanueva


Adrián Uriarte Bermúdez

Recientemente durante la efeméride de la Libertad de Expresión diversos medios de comunicación, una vez más cuestionaron a los estados la falta de rendición de cuentas, la cual afecta el derecho a la información y lesiona abiertamente la institucionalidad. Regularmente cuando se leen en informes especializados este tipo de reclamos, se asume como presupuesto que la rendición de cuentas debe ser un terreno exclusivo en el poder público y ejercido por los medios de comunicación. Pero en realidad, ¿este principio tiene validez o debe ser universal para todos los actores en la sociedad?


En Nicaragua pareciera ser que el campo de acción de rendición de cuentas inicia y termina con el estado. Cuando se aprobó la Ley de Acceso a la Información Pública (LAIP) se pensó que la fiscalización de los medios se extendería hacia otros sectores que manejaran recursos e información de interés pública. Pese a la existencia de la LAIP, la fiscalización continúa limitada al gobierno. La presente ley hasta ahora no ha podido reconfigurar la lógica con que históricamente desde los medios se ha tejido la cultura de rendición de cuentas. La actual forma de ejercer fiscalización ha dado como resultado, grandes déficit de rendición de cuentas de otros actores en la sociedad, incluyendo a los mismos medios de comunicación.

En la actual sociedad de la información, la rendición de cuentas no tiene sentido sin el filtro de los medios. De hecho se asume como válida la simbiosis rendición de cuentas-medios de comunicación. ¿Hasta qué punto es cierta esta tesis considerando que Nicaragua es una sociedad que no escapa a la influencia de los medios? Desde esta perspectiva algunos medios se han constituido en un súper poder incidiendo unos más que otros, en la agenda pública, y determinando la temática sobre la que deben discutir empresarios, partidos políticos, iglesias, ONG, universidades, iglesias, asociaciones y gobierno. Estos medios todos los días pujan por ejercer el mayor control en la opinión pública, desde los intereses de ciertos grupos de poder. 

Los medios no son uniformes. Hay medios que ejercen influencia como medio de entretenimiento, y otros que ejercen influencia ideológicamente. Los del segundo grupo, centran su atención por ubicarse en la cúspide de la pirámide de la opinión pública. El poder real de estos medios permite clasificárseles como un poder paralelo al poder oficial. Los medios que abiertamente hacen contrapeso a la agenda del gobierno,  pugnan por situar sus propios intereses, muchas veces al margen de información de interés pública. Lejos de ser medios de contrapoder terminan comportándose con la misma lógica del poder oficial: hablan en nombre de la ciudadanía y se vuelven reacios a rendir cuentas. 

El poder paralelo en que se han convertido algunos medios en Nicaragua, contradice abiertamente el principio de libertad de expresión que los medios demandan a los estados. Similar a los diversos mecanismos de censura indirecta que denuncian en foros internacionales, precisamente por tomar distancia del discurso oficial y ejercer fiscalización, irónicamente algunos medios actúan con la misma lógica de poder, contra aquellas voces que se atreven a cuestionar la función que ejercen en la sociedad; y también con la misma lógica de poder, inventan censuras indirectas e intimidan para desacreditar toda voz crítica. La crítica sólo tiene cabida si es para el gobierno.     

La rendición de cuentas no puede sólo ser en una vía. Este planteamiento resulta ajeno a la ética y principio de libertad de expresión. Propio del poder autoritario que no admite crítica y aplica mordazas contra quienes consideran opositores a su régimen. En el juego de la democracia y la libertad de expresión, la rendición de cuenta es el espejo crítico de todos los actores que dicen ser los mediadores de la ciudadanía: gobierno, iglesias, ONG, universidades, partidos políticos, y medios de comunicación. No es suficiente que los medios demanden libertad de expresión, si desde el seno de las salas de redacción todavía no se muestran receptivos a las críticas, ni muchos menos se plantean crear la figura del defensor del lector como expresión de rendición de cuentas.

*Comunicólogo   

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