Adrián Uriarte- En Nicaragua dos actores
claves aparecen en escena, el regreso del Cardenal Leopoldo Brenes y el
Presidente Daniel Ortega. Dos actores sobre los cuales la opinión pública viene
prestando especial atención en las últimas semanas. El primero por ser el nuevo
príncipe de la Iglesia Católica en Nicaragua, y el segundo, porque ocupó las
principales páginas y espacios audiovisuales debido al supuesto estado muy
delicado de salud. Sin embargo, el gobierno muy estratégicamente y manejando
oportunamente el tiempo mediáticamente, no pudo esperar el momento más clave
que la llegada del nuevo Cardenal, para de un plumazo acabar con la guerra de
rumores que en los últimos días ocupó la centralidad de medios que adversan la
actual administración pública.
¿Deben rectificar los medios de comunicación que inflaron la ola de
rumor sobre el deceso del presidente Ortega? En cualquier sociedad con cultura
mediática más madura, lo primero que haría sería por medio de la sección del defensor del lector, sería
dedicar un espacio para ratificar esta campaña de desinformación contra la
salud del primer ciudadano de Nicaragua. Un escenario que muy difícil puede
ocurrir en nuestro país, sobre todo porque históricamente los medios de
comunicación, han asumido como verdad única, siempre tener la verdad única en
el debate público, rectificar sería una especie de mea culpa, que lejos de
atentar contra la credibilidad sería visto como una especie de doblegarse
frente al poder, por esa razón, aunque hayan fallado en hacer lecturas ligeras
en la opinión pública, prefieren guardar silencio o fijar su atención sobre
otro hecho para borrar de la memoria social, que por cierto en Nicaragua es
bien efímera. Sin embargo, luego de esta mala experiencia, insisto que los
medios deben abandonar todo tipo de periodismo basada en fuentes anónimas. Para
asumir esta nueva propuesta periodística se hace necesario que los medios
ajenos a la influencia oficial, revisen sus políticas informativas y no olvidar
que el principal rol que tienen en la sociedad es informar, no desinformar.
Con la aparición pública del
presidente Ortega, las políticas editoriales e informativas de estos medios que
vinieron alimentando el rumor sobre la salud delicada del presidente
nicaragüense, por compromiso medianamente ético deberían ratificar este rumor.
Hasta ahora los medios, lejos de corregir el sensacionalismo fabricado acerca
de la salud del presidente Ortega han preferido fijar su atención sobre la
llegada del nuevo Cardenal Brenes. Con este tipo de tratamiento de
desinformación, los medios independientes lamentablemente quedan en mal
predicado ante la opinión pública, por haber hecho a las fuentes anónimas que
sólo contribuyeron a inflar una bola de nieve mediática la cual ahora se ha
constituido en un boomerang contra la propia credibilidad de estos medios.
El gobierno, como buen conocer
de la comunicación política, estratégicamente decidió despejar dudas en un
momento histórico, precisamente cuando al menos la mitad de la población católica
está pendiente del arribó del nuevo Cardenal de Nicaragua Leopoldo Brenes. En
este episodio quedó evidenciado que los grandes riesgos de las guerras
mediáticas, es que al final, los medios cuando abandonan los criterios
elementales del periodismo, terminan tomando distancia del buen periodismo y se
constituyen en aparatos de propaganda afines a grupos de presión que adversan
la actual administración pública en Nicaragua. Una de lección básica que se
puede extraer rápidamente de este caso, es que al final cuando los medios se
alejan de los principios de veracidad y contraste de fuentes por pretender
impactar a la opinión pública al final, terminan hipotecando y atentando contra
su credibilidad sobre todo frente a la opinión pública que sabe leer en clave a
los medios de comunicación.
Al final el balance de la
opinión pública, termina favoreciendo a la administración pública actual que a
su vez viene a reforzar una imagen de un gobierno que parece ser el preludio de
una nueva relación cerca de la iglesia presidida por el Cardenal Brenes, en
cambio, los medios críticos quedan muy débil frente a una sociedad que todavía
no sana las venas de la polarización, muchas veces alimentada por la guerra
mediática que en los últimos años se ha convertido en el pan cotidiano de la
Nicaragua contemporánea, que lejos de encantar a la ciudadanía el interés por
informarse terminan provocando una apatía mediática.
Comunicólogo/adrianuriarteb@gmail.com
Gracias por compartir tus apreciaciones Adrián. Me parece que habría que valorar si calificar "medios independientes", cuando se evidencia un sesgo político partidario.
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ResponderEliminarEs interesante que hasta el tema de la salud se convierta en un hecho político mal intencionado. Lo triste es que Nicaragua, no crece por seguir con pensamientos de esta naturaleza.
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