Adrián Uriarte
Bermúdez- La comunicación es un derecho que asiste al ciudadano en
cualquier sociedad, sin embargo, en Nicaragua este derecho está siendo negado
frente al discurso dominante polarizado en los medios de comunicación. El mapa
de medios informativos está cada vez más distanciado de la noticia, y el menú
que copa las páginas y discurso audiovisual, es la propaganda. Las páginas
informativas han venido siendo
sustituidas por editoriales. La línea simbólica que existía entre política informativa y política editorial, cada vez se identifica menos, es casi nula. Equivale lo mismo leer
la sección de opinión que la sección de política. Los principios periodísticos
están en crisis y gobiernan las ideologías. Ya no importa informar, sino
controlar la opinión pública.
La concentración de medios, ha venido a crear una especie de
presión contra el buen periodismo. Los pocos espacios y periodistas que todavía
existen en la actual sociedad nicaragüense, conscientes o no, terminan asumiendo
el rol de la oposición política. Estos periodistas, presionados por el coro
oficial, se han encargado de ver sólo nubarrones en la gestión pública. Han
dejado el lente periodístico y se han convertido en político, automáticamente
se bloquean para ver otras aristas del debate público, y muchos menos,
reconocer que la gestión pública no sólo dibuja blanco y negro, también saben dibujar hermoso
arcoiris. Una muestra que cuando se pierde el lente periodístico, lejos de mostrar
las omisiones del discurso oficial terminan sesgando la noticia o reportaje.
Usar el lente periodístico es clave para la
institucionalidad, derechos humanos y democracia. Cuando se pierde el rol
periodista, no se escucha, sólo se siguen ideales que atentan contra el mismo
desarrollo del país. Un país no se puede desarrollar teniendo una idea fija.
Una sola agenda. Un propósito al margen de la auténtica libertad de expresión. Con
este tipo de visión se deja de ser periodista, y se corre el riesgo de
convertirse en fabricante de opinión pública. Donde lo que impera es lo
dogmático y la verdad única. Curiosamente esta misma crítica, se suele aplicar
desde algunos medios de forma sistemática contra los medios afines al gobierno.
Sin embargo, los medios que cuestionan se comportan con el mismo monoteísmo
cansado, que lejos de informar terminan haciendo daño a la salud de la opinión
pública que hasta pierden el interés de ver y leer los medios de comunicación.
En los últimos años, en los medios se ha chorreado galones
de tinta y se han construido videotecas, dedicadas a un sólo actor en
Nicaragua, independientemente de la temporada. Inclusive en tiempo navideño,
leía un artículo sobre Venezuela y a pesar que la era muy distante a de
Nicaragua, el autor torció el escenario forzándolo al contexto local. Su sesgo
apocalíptico me dejó pasmado, y con una especie de tristeza a la vez. ¡Cómo era
capaz de escribir, a razón de manipular y polarizar!. Pero lo más delicado es que
el medio, consciente que el escrito carece de argumento, aun así, lo publicó,
quizás motivado porque sigue la misma línea ideología del medio. Irónicamente éste
mismo impreso crítica el culto a la personalidad, la idea única, y al séquito
de voces que se proyectan en las plataformas oficiales. Un hecho que demuestra que
al final los extremos se encuentran, y terminan repitiendo los mismos patrones
ideológicos.
El discurso más paradójico plagado en los medios de
comunicación, son los términos institucionalidad, libertad de expresión, estado
de derecho y democracia. Aunque se este discurso suene repetitivo y convincente,
su intencionalidad no es sino, quebrantar la institucionalidad, que a su vez
atenta contra la democracia y estado de derecho. Que jueguen con estos
principios los políticos como una especie de catarsis es parte de su activismo,
pero no puede ser aceptado con la misma lógica desde los medios. Una sociedad
con periodismo serio y responsable, como regla mínima el discurso periodístico debe
tener balance de fuente. En el caso de Nicaragua, los medios que se autodefinen
independientes, aplican los mismos criterios que los medios oficiales. El
principal argumento es que los funcionarios no dan entrevistas. Sin embargo, existen
infinidades de opiniones y análisis serios pero pocas veces tienen espacio
mediático. Únicamente tienen pista infinita todas aquellas voces que simpatizan
con el medio. Una lógica simple, similar al discurso oficial.
Por la buena salud del periodismo y la sociedad, los medios
que se autodefinen independientes no pueden continuar cargado de un discurso
dogmático, sesgado, ideológico, sin respetar las fronteras entre información y
propaganda. Aun con la política de cero acceso a información y entrevistas,
deben buscar y promover auténticos análisis, alejados de simpatía editorial y
política, cargada de retórica anti gobierno; se necesita que armen sus agendas a
partir de criterios periodístico y recordar que son medios de comunicación, no
partidos políticos de oposición; se requiere que vuelvan hacer más periodismo y
menos denunciología política, que informen más y opinen menos; es hora que se
den cuenta que el control de las ideologías mediáticas han muerto, la gran
migración hacia los nuevos medios y el consumo de nota roja, es un síntoma de
ellos, las audiencias no es que eviten los grandes temas, sino que la forma en
que lo están contando con los mismos personajes, maniqueísmo y monotonía, se
llega a la conclusión que no hay diferencia entre medios oficiales y medios
independientes, porque ambos se arman de los mismos trucos para fabricar y
manipular la opinión pública.
Los medios para poder auto llamarse independientes, deben
replantearse los criterios con que arman sus agendas y fuentes informativas. Se
necesita un nuevo análisis. Un nuevo periodismo que reivindique el derecho a la
información de los lectores, oyentes y audiencia. Una nueva lectura
introspectiva de los medios y periodistas, puede contribuir a un nuevo
periodismo ajeno del sesgo, manipulación, e ideología. Se necesita un
periodismo que también reconozca la buena gestión pública y privada. La clave estará
en la construcción de un nuevo análisis, y menos propaganda.
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