viernes, 10 de enero de 2014

SE REQUIERE UN NUEVO PERIODISMO EN NICARAGUA

Adrián Uriarte Bermúdez- La comunicación es un derecho que asiste al ciudadano en cualquier sociedad, sin embargo, en Nicaragua este derecho está siendo negado frente al discurso dominante polarizado en los medios de comunicación. El mapa de medios informativos está cada vez más distanciado de la noticia, y el menú que copa las páginas y discurso audiovisual, es la propaganda. Las páginas informativas  han venido siendo sustituidas por editoriales. La línea simbólica que existía entre política informativa y política editorial, cada vez se identifica menos, es casi nula. Equivale lo mismo leer la sección de opinión que la sección de política. Los principios periodísticos están en crisis y gobiernan las ideologías. Ya no importa informar, sino controlar la opinión pública.


La concentración de medios, ha venido a crear una especie de presión contra el buen periodismo. Los pocos espacios y periodistas que todavía existen en la actual sociedad nicaragüense, conscientes o no, terminan asumiendo el rol de la oposición política. Estos periodistas, presionados por el coro oficial, se han encargado de ver sólo nubarrones en la gestión pública. Han dejado el lente periodístico y se han convertido en político, automáticamente se bloquean para ver otras aristas del debate público, y muchos menos, reconocer que la gestión pública no sólo dibuja  blanco y negro, también saben dibujar hermoso arcoiris. Una muestra que cuando se pierde el lente periodístico, lejos de mostrar las omisiones del discurso oficial terminan sesgando la noticia o reportaje.

Usar el lente periodístico es clave para la institucionalidad, derechos humanos y democracia. Cuando se pierde el rol periodista, no se escucha, sólo se siguen ideales que atentan contra el mismo desarrollo del país. Un país no se puede desarrollar teniendo una idea fija. Una sola agenda. Un propósito al margen de la auténtica libertad de expresión. Con este tipo de visión se deja de ser periodista, y se corre el riesgo de convertirse en fabricante de opinión pública. Donde lo que impera es lo dogmático y la verdad única. Curiosamente esta misma crítica, se suele aplicar desde algunos medios de forma sistemática contra los medios afines al gobierno. Sin embargo, los medios que cuestionan se comportan con el mismo monoteísmo cansado, que lejos de informar terminan haciendo daño a la salud de la opinión pública que hasta pierden el interés de ver y leer los medios de comunicación.

En los últimos años, en los medios se ha chorreado galones de tinta y se han construido videotecas, dedicadas a un sólo actor en Nicaragua, independientemente de la temporada. Inclusive en tiempo navideño, leía un artículo sobre Venezuela y a pesar que la era muy distante a de Nicaragua, el autor torció el escenario forzándolo al contexto local. Su sesgo apocalíptico me dejó pasmado, y con una especie de tristeza a la vez. ¡Cómo era capaz de escribir, a razón de manipular y polarizar!. Pero lo más delicado es que el medio, consciente que el escrito carece de argumento, aun así, lo publicó, quizás motivado porque sigue la misma línea ideología del medio. Irónicamente éste mismo impreso crítica el culto a la personalidad, la idea única, y al séquito de voces que se proyectan en las plataformas oficiales. Un hecho que demuestra que al final los extremos se encuentran, y terminan repitiendo los mismos patrones ideológicos.

El discurso más paradójico plagado en los medios de comunicación, son los términos institucionalidad, libertad de expresión, estado de derecho y democracia. Aunque se este discurso suene repetitivo y convincente, su intencionalidad no es sino, quebrantar la institucionalidad, que a su vez atenta contra la democracia y estado de derecho. Que jueguen con estos principios los políticos como una especie de catarsis es parte de su activismo, pero no puede ser aceptado con la misma lógica desde los medios. Una sociedad con periodismo serio y responsable, como regla mínima el discurso periodístico debe tener balance de fuente. En el caso de Nicaragua, los medios que se autodefinen independientes, aplican los mismos criterios que los medios oficiales. El principal argumento es que los funcionarios no dan entrevistas. Sin embargo, existen infinidades de opiniones y análisis serios pero pocas veces tienen espacio mediático. Únicamente tienen pista infinita todas aquellas voces que simpatizan con el medio. Una lógica simple, similar al discurso oficial.

Por la buena salud del periodismo y la sociedad, los medios que se autodefinen independientes no pueden continuar cargado de un discurso dogmático, sesgado, ideológico, sin respetar las fronteras entre información y propaganda. Aun con la política de cero acceso a información y entrevistas, deben buscar y promover auténticos análisis, alejados de simpatía editorial y política, cargada de retórica anti gobierno; se necesita que armen sus agendas a partir de criterios periodístico y recordar que son medios de comunicación, no partidos políticos de oposición; se requiere que vuelvan hacer más periodismo y menos denunciología política, que informen más y opinen menos; es hora que se den cuenta que el control de las ideologías mediáticas han muerto, la gran migración hacia los nuevos medios y el consumo de nota roja, es un síntoma de ellos, las audiencias no es que eviten los grandes temas, sino que la forma en que lo están contando con los mismos personajes, maniqueísmo y monotonía, se llega a la conclusión que no hay diferencia entre medios oficiales y medios independientes, porque ambos se arman de los mismos trucos para fabricar y manipular la opinión pública.

Los medios para poder auto llamarse independientes, deben replantearse los criterios con que arman sus agendas y fuentes informativas. Se necesita un nuevo análisis. Un nuevo periodismo que reivindique el derecho a la información de los lectores, oyentes y audiencia. Una nueva lectura introspectiva de los medios y periodistas, puede contribuir a un nuevo periodismo ajeno del sesgo, manipulación, e ideología. Se necesita un periodismo que también reconozca la buena gestión pública y privada. La clave estará en la construcción de un nuevo análisis, y menos propaganda.    
     

          

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