[caption id="attachment_157" align="alignleft" width="73" caption="Adrián Uriarte Bermúdez"]

En poco tiempo el partido de gobierno abiertamente ha expresado que su estrategia electoral está basada en los comicios de 2008. Lejos de apropiarse del marketing político, como herramienta moderna de comunicación política sustentada en la cultura del diálogo y el debate de altura en los medios de comunicación, lo que persiste es el facilismo de la propaganda. Hasta ahora ha incurrido en un desgate innecesario contra medios, periodistas, organizaciones de la sociedad civil y ciudadanía. Una estrategia millonaria con pocos resultados para ganar la batalla de la opinión pública.
El gobierno apuesta al modelo de propaganda desgastado, poco creativo y confrontativo, centrando su estrategia en un concepto atrasado de plaza pública, calles y rotondas, rehusándose aceptar que las nuevas plazas públicas donde se gana o se pierde el poder es mediante el debate en los medios de comunicación (Rothschuh Villanueva: 2011). En menos de cuatro meses, estas acciones se han repetido como si se tratara de un manual sobre cómo promover una cultura de terror. Estas acciones desvirtúan la esencia del concepto de plazas públicas, donde los griegos debatían de forma democrática sobre los asuntos de interés; en todo caso más bien se trata de un baile de enmascarados, con un lenguaje antagónico donde amor es igual a odio, y paz igual a guerra.
Los cambios del modelo oficial han sido de forma. La ausencia del doctor Gustavo Porras al frente de las rotondas y marchas, no ha sido garantía de cero confrontaciones. Basta recordar los hechos del 2 de abril cuando la Policía Nacional vio disminuida el poco nivel de credibilidad que había recobrado ante los medios de comunicación, luego de haber sido sacudida en 2008 por violencia política y abuso de autoridad, (caso emblemático La Paz Centro). La Policía Nacional ha venido sacrificando su propia estrategia de comunicación por plegarse a la estrategia oficial.
Una vez más medios y periodistas han sido blancos de esta estrategia. Desde que el Consejo Supremo Electoral (CSE) y rotondas fueron asediados por simpatizantes del partido de gobierno, la cobertura para los periodistas no oficialistas ha sido restringida. El caso más dramático fue la censura previa que sufrió el periodista Rodrigo Rodríguez (Confidencial) de parte de oficiales de la Policía Nacional. No se trata de un hecho aislado. Basta revisar el informe sobre Estado de la libertad de expresión en Nicaragua (Alfonso Malespín Jirón) del Observatorio de Medios-CINCO, para constatar que entre 2007 y 2008, más de 20 periodistas también fueron víctimas de agresiones físicas y verbales.
La polarización también ha sido causa y efecto de esta estrategia de propaganda electoral. Similar que 2008, han vuelto los roces entre periodistas oficialistas y fuentes de información, principalmente con la embajada norteamericana. En 2009 hubo una tensión parecida cuando al periodista Juan Cortez, le negaron el acceso a una conferencia de prensa en este mismo edificio. Estas actitudes no son gratuitas sino que denotan como la propaganda trata de inmovilizar o desprestigiar a actores considerados adversarios. La apuesta consiste en desequilibrar emocionalmente cualquier tipo de argumento. La intención última claro está, es exponer o ridiculizar a éste sujeto ante la opinión pública.
Otro vacío en la estrategia oficial es que carece de líderes de opinión. Esto ha provocado una constante búsqueda de aliados, asumiendo que el sombrero institucional les otorgará prestigio y credibilidad al discurso oficial. Después de estar bajo perfil por su cuestionada legalidad y legitimidad al frente de la Procuraduría de la Defensa de los Derechos Humanos (PPDH), el doctor Omar Cabezas, autor del celebre texto testimonial La montaña es más que una inmensa estepa verde, salió al paso defendiendo la libertad de expresión a favor de los medios oficialistas. Si se tratara de una posición autónoma, equitativa para todos los medios y periodistas, y una actitud constante, tal vez hubiera tenido una gota de credibilidad. Pero a todas luces es una posición forzada y obligada la que asumió el doctor Cabezas. En iguales términos se expresó el presidente de UPN y divulgador de la CSJ, Roberto Larios. El circulo de actores con prestigio aliados del gobierno caben en una mano. Y precisamente el ex comandante guerrillero y el divulgador Larios, no caben en esta short list.
La estrategia de propaganda oficial reedita el escenario electoral 2008; basta ver algunos rasgos similares: agresiones producto de marchas y contramarchas; cero entrevistas, información pública desfasada; bloqueo de presentaciones de libros (de intelectuales de la talla de Guillermo Rothschuh Villanueva); exposición de simbolismo antagónico; aliados huérfanos de argumentos y credibilidad; promoción de la polarización entre gremios y fuentes de información; saturación medios oficiales con mensajes propagandísticos alrededor del mandatario y no de los programas de gobierno; arroparse de figuras deportivas; y hasta incorporar el San Juan como su único mensaje de consenso para crear corrientes de opinión positiva a favor del mandatario.
¿Con esta estrategia podrá el Comandante Ortega revertir su imagen negativa ante la opinión pública nacional e internacional de cara al proceso electoral? ¿Qué réditos ha traído la concentración de medios a un gobierno que no comunica? El oficialismo necesita redefinir su estrategia porque hasta el momento solo denota crisis, y un gasto millonario para pobres resultados de cara a ganar la batalla en la opinión pública.
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